Anexo
/ Fragmento:
Caminas hacia la otra puerta y al empujarla descubres
un baño pasado de moda: tina de cuatro patas, con florecillas pintadas sobre la
porcelana, un aguamanil azul, un retrete incomodo. Te observas en el gran espejo
ovalado del guardarropa, también de nogal, colocado en la sala de baño. Mueves
tus cejas pobladas, tu boca larga y gruesa que llena de vaho el espejo; cierras tus
ojos negros y, al abrirlos, el vaho habrá desaparecido. Dejas de contener la
respiración y te pasas una mano por el pelo oscuro y lacio; tocas con ella tu perfil
recto, tus mejillas delgadas. Cuando el vaho opaque otra vez el rostro, estarás
repitiendo ese nombre, Aura.
Consultas el reloj, después de fumar dos cigarrillos, recostado en la cama. De pie,
te pones el saco y te pasas el peine por el cabello. Empujas la puerta y tratas de
recordar el camino que recorriste al subir. Quisieras dejar la puerta abierta, para
que la luz del quinqué te guié: es imposible, porque los resortes la cierran. Podrías
entretenerte columpiando esa puerta. Podrías tomar el quinqué y descender con
el. Renuncias porque ya sabes que esta casa siempre se encuentra a oscuras. Te
obligaras a conocerla y reconocerla por el tacto. Avanzas con cautela, como un
ciego, con los brazos extendidos, rozando la pared, y es tu hombro lo que,
inadvertidamente, aprieta el contacto de la luz eléctrica. Te detienes, guiñando, en
el centre iluminado de ese largo pasillo desnudo. Al fondo, el pasamanos y la
escalera de caracol. . Desciendes contando los peldaños: otra costumbre inmediata que te habrá
impuesto la casa de la señora Llorente. Bajas contando y das un paso atrás
cuando encuentres los ojos rosados del conejo que en seguida te da la espalda y
sale saltando.
No tienes tiempo de detenerte en el vestíbulo porque Aura, desde una puerta
entreabierta de cristales opacos, te estará esperando con el candelabro en la
mano. Caminas, sonriendo, hacia ella; te detienes al escuchar los maullidos
dolorosos de varios gatos —si, te detienes a escuchar, ya cerca de la mano de
Aura, para cerciorarte de que son varios gatos— y la sigues a la sala: Son los
gatos —dirá Aura—. Hay tanto ratón en esta parte de la ciudad.
Caminas hacia la otra puerta y al empujarla descubres
un baño pasado de moda: tina de cuatro patas, con florecillas pintadas sobre la
porcelana, un aguamanil azul, un retrete incomodo. Te observas en el gran espejo
ovalado del guardarropa, también de nogal, colocado en la sala de baño. Mueves
tus cejas pobladas, tu boca larga y gruesa que llena de vaho el espejo; cierras tus
ojos negros y, al abrirlos, el vaho habrá desaparecido. Dejas de contener la
respiración y te pasas una mano por el pelo oscuro y lacio; tocas con ella tu perfil
recto, tus mejillas delgadas. Cuando el vaho opaque otra vez el rostro, estarás
repitiendo ese nombre, Aura.
Consultas el reloj, después de fumar dos cigarrillos, recostado en la cama. De pie,
te pones el saco y te pasas el peine por el cabello. Empujas la puerta y tratas de
recordar el camino que recorriste al subir. Quisieras dejar la puerta abierta, para
que la luz del quinqué te guié: es imposible, porque los resortes la cierran. Podrías
entretenerte columpiando esa puerta. Podrías tomar el quinqué y descender con
el. Renuncias porque ya sabes que esta casa siempre se encuentra a oscuras. Te
obligaras a conocerla y reconocerla por el tacto. Avanzas con cautela, como un
ciego, con los brazos extendidos, rozando la pared, y es tu hombro lo que,
inadvertidamente, aprieta el contacto de la luz eléctrica. Te detienes, guiñando, en
el centre iluminado de ese largo pasillo desnudo. Al fondo, el pasamanos y la
escalera de caracol. . Desciendes contando los peldaños: otra costumbre inmediata que te habrá
impuesto la casa de la señora Llorente. Bajas contando y das un paso atrás
cuando encuentres los ojos rosados del conejo que en seguida te da la espalda y
sale saltando.
No tienes tiempo de detenerte en el vestíbulo porque Aura, desde una puerta
entreabierta de cristales opacos, te estará esperando con el candelabro en la
mano. Caminas, sonriendo, hacia ella; te detienes al escuchar los maullidos
dolorosos de varios gatos —si, te detienes a escuchar, ya cerca de la mano de
Aura, para cerciorarte de que son varios gatos— y la sigues a la sala: Son los
gatos —dirá Aura—. Hay tanto ratón en esta parte de la ciudad.
Carlos Fuentes Macías nació en Panamá el 11 de noviembre de 1918, y murió en Ciudad de México el 15 de mayo de 2012 a la edad de 83 años. Fue un novelista, ensayista, sociólogo y diplomático. Obtuvo muchos premios y reconocimientos durante su vida literaria, como el “Premio Rómulo Gallegos” en 1977, el “Premio Nacional de Literatura de México” en 1984, el “Premio Miguel de Cervantes” en 1987, el “Príncipe de Asturias de las Letras” en 1994, la Condecoración de “Gran Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia” en 2003, la “Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica” en 2009, entre muchos otros. Él escribió diversas obras, entre las que se encuentran novelas, cuentos, ensayos, semblanzas, diccionario personal, teatro, argumentos y guiones cinematográficos y libretos de óperas; entre sus novelas más destacadas están “La región más transparente”, “La muerte de Artemio Cruz”, “Aura”, “Cambio de Piel”, “Terra Nostra” y “Gringo Viejo”.
Carlos Fuentes perteneció a la generación del 57, también conocida como “la generación del boom literario” o “boom latinoamericano”. Esta generación se ha denominado de tal manera debido al éxito que tuvieron los autores latinoamericanos en Europa. Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar también fueron parte de este “boom”. Se dice que estos autores realizaron obras experimentales de marcado tono político, por los hechos que estaban sucediendo en América Latina en la década de 1960: plena Guerra Fría, en que los países estaban adoptando diferentes formas de gobierno basadas en distintas ideologías, como el caso de Cuba socialista con Fidel Castro al mando, de pensamiento marxista.
“Aura” es una novela breve escrita en 1962. Cuando se publicó, sus lectores la juzgaron de una obra rematada y perfecta, suficiente, redonda y definitiva. En ella se muestra a Felipe Montero, joven maestro de historia, que encuentra un anuncio de periódico donde ve posibilidades de conseguir un mejor sueldo. Su trabajo era organizar y finalizar las memorias del general Llorente. Para esto, se va a vivir a la casa de la viuda de Llorente, Consuelo, quien vivía con su sobrina Aura. En este lugar suceden una serie de hechos poco comunes, fuera de la realidad: Aura parece estar controlada por su tía, además de mostrarse varias situaciones relacionadas a la brujería. El fragmento a analizar se sitúa en el capítulo 2. Aquí se pueden apreciar algunos aspectos de hechicería, tema que se presenta permanentemente en la obra para darle sentido a los hechos.
En este fragmento el tema que se presenta es la sensación de inquietud en un ambiente desconocido y ajeno. Los personajes presentes en esta parte del libro son Felipe Montero y Aura. El tipo de narrador es uno en segunda persona, utilizando el estilo indirecto predominantemente, refiriéndose a que es la conciencia del protagonista la que le habla a sí mismo. Está dividido en dos apartados: el primero trata sobre el reconocimiento del lugar (líneas 1 a 26) seguido del segundo subtema que es el encuentro con Aura (líneas 27 a 33).
Desde la primera línea, el protagonista se encuentra revisando la habitación en la que se aloja, encontrando un baño tras cruzar una puerta. Al ingresar al baño se da cuenta de lo que hay adentro, de la antigüedad del baño, describiéndolo detalladamente y refiriéndose a él como uno pasado de moda y mencionando que los objetos que se encuentran en este son muy antiguos que son poco comunes hoy en día.
Luego, menciona estar observándose a
sí mismo en un espejo de nogal, descripción prosopográfica que será indicio del
coronel Llorente y su parecido con el protagonista, además de reflejarse la
sorpresa que tiene Felipe al ver tanta antigüedad, ya que todo lo que ve, lo
describe de manera muy detallada. Continuando, Felipe se describe a
sí mismo mientras se mira en el espejo; se presenta un hipérbole en la línea 5
(“Mueves tus cejas pobladas”) exagerando acerca del grosor de sus cejas;
después menciona tener la boca larga y gruesa, expresión que se relaciona con
estar malhumorado o triste, ya que coloquialmente se dice tener una “cara
larga”. Al estar frente al espejo, lo llena de vaho, aliento que sale de su
boca empañando el cristal; el vaho está fuertemente relacionado al frío presente,
y este frío se conecta con lo que él siente estando adentro de una casa oscura
y silenciosa (sensación de desconfianza).
Posteriormente, al
mencionar el negro de sus ojos, se hace una relación cromática con la oscuridad
y la muerte; después de esto, al indicar que el vaho ha desaparecido del
espejo, el narrador se refiere al transcurrir del tiempo, mientras Felipe se
acostumbra a la frialdad de la casa. Adaptado ya a la situación deja de
contener la respiración y comienza a mirarse tranquilamente. Luego, cuando el
vaho vuelve a aparecer, impidiéndole ver su rostro, lo primero que se le viene
a la mente es Aura, reflejando el impacto que sintió al verla por primera vez y
la atracción que siente por ella.
Después, Felipe se muestra recostado en la cama fumando cigarrillos, manifestando estar muy relajado. Al consultar su reloj recuerda que debe ir a cenar y se arregla antes de bajar. Él sale de su cuarto e intenta recordar el camino que recorrió anteriormente, quiere dejar la puerta abierta para que el quinqué lo ilumine, pero esta se cierra debido a los resortes; el cierre automático de las puertas se asocia con que Consuelo intenta mantener la casa lo más oscura posible, lo que se relaciona con que las brujas suelen trabajar de noche y ella necesita de la oscuridad de la vivienda. Lo mencionado anteriormente se recalca al mencionar hiperbólicamente entre las líneas 16 y 17 “renuncias porque ya sabes que esta casa siempre se encuentra a oscuras.” Seguido de eso, el protagonista intenta ser realista y saber que tendrá que conocer la casa por el tacto y no por la visión, recordándola en su mente; es por esto, que avanza con cautela, rozando la pared con los brazos extendidos, comparándose a sí mismo con un ciego; esta idea también se conectará con lo que posteriormente será su relación con Aura, a quien más que ver, tocará en la oscuridad. Al estar a ciegas, involuntariamente enciende la luz de un pasillo largo y vacío, que personifica diciendo “pasillo desnudo”, enfatizando su falta de adornos, en el que al fondo se ve un pasamanos y una escalera de caracol.
Felipe desciende por la escalera contando los peldaños, para intentar memorizarlos ya que sabe que después no lo podrá ver, debido a la oscuridad de la casa. Al bajar, se encuentra con un conejo de ojos rosados, animal que se asocia fuertemente con la brujería, repitiendo el mal augurio que tiene Felipe en la casa; también, este conejo es un símbolo de la fertilidad, hecho que se conecta paradójicamente con la infertilidad de Consuelo, razón que la llevó a la hechicería; además, posteriormente el conejo será Aura, cada vez que desaparezca, aparecerá Aura.
Comenzando el siguiente apartado, él ve inmediatamente a Aura, quien la espera con un candelabro en la mano, lo cual le causa mucha alegría por ver a esa mujer que le atrajo desde el principio. Felipe se detiene justo antes de tocar la mano de Aura al escuchar los maullidos dolorosos de varios gatos, otro animal muy ligado a las brujas ya que es una representación simbólica del demonio; aquí los gatos aparecen sufriendo, indicio de lo que posteriormente será el sacrificio delos mismo, rito dentro de la hechicería. Al sentir una desconfianza, se detiene nuevamente para cerciorarse que son gatos, lo que Aura le afirma e intenta explicarlo diciendo que hay muchos ratones en la ciudad, para tranquilizarlo.
Concluyendo, el libro “Aura” está en una estrecha relación con el contexto histórico en la cual fue escrita, debido al espacio físico surrealista y también a los sucesos mágicos y místicos que suceden en la casa de Consuelo, lo cual incita a pensar que los hechos no son reales, o que se mezclan con la realidad y en el momento que Felipe entra a la casa este se desliga de la realidad y no está consciente de cuando es un sueño o cuando es la realidad, así también cuando Felipe queda “atrapado” en un callejón sin salida con Aura. Además, este nombre “Aura” posee una onomástica, significando un viento suave y apacible, reflejando lo silenciosa que es ella dentro de la casa; también significa una atmósfera irreal, tal como sucede en la casa de Aura donde se ven elementos no reales, como lo es la hechicería. En nuestro fragmento, se puede apreciar una gran cantidad de aspectos de brujería de parte de Consuelo, como lo son los gatos, los conejos y las ratas, además de la oscuridad constante de la antigua casa.
Después, Felipe se muestra recostado en la cama fumando cigarrillos, manifestando estar muy relajado. Al consultar su reloj recuerda que debe ir a cenar y se arregla antes de bajar. Él sale de su cuarto e intenta recordar el camino que recorrió anteriormente, quiere dejar la puerta abierta para que el quinqué lo ilumine, pero esta se cierra debido a los resortes; el cierre automático de las puertas se asocia con que Consuelo intenta mantener la casa lo más oscura posible, lo que se relaciona con que las brujas suelen trabajar de noche y ella necesita de la oscuridad de la vivienda. Lo mencionado anteriormente se recalca al mencionar hiperbólicamente entre las líneas 16 y 17 “renuncias porque ya sabes que esta casa siempre se encuentra a oscuras.” Seguido de eso, el protagonista intenta ser realista y saber que tendrá que conocer la casa por el tacto y no por la visión, recordándola en su mente; es por esto, que avanza con cautela, rozando la pared con los brazos extendidos, comparándose a sí mismo con un ciego; esta idea también se conectará con lo que posteriormente será su relación con Aura, a quien más que ver, tocará en la oscuridad. Al estar a ciegas, involuntariamente enciende la luz de un pasillo largo y vacío, que personifica diciendo “pasillo desnudo”, enfatizando su falta de adornos, en el que al fondo se ve un pasamanos y una escalera de caracol.
Felipe desciende por la escalera contando los peldaños, para intentar memorizarlos ya que sabe que después no lo podrá ver, debido a la oscuridad de la casa. Al bajar, se encuentra con un conejo de ojos rosados, animal que se asocia fuertemente con la brujería, repitiendo el mal augurio que tiene Felipe en la casa; también, este conejo es un símbolo de la fertilidad, hecho que se conecta paradójicamente con la infertilidad de Consuelo, razón que la llevó a la hechicería; además, posteriormente el conejo será Aura, cada vez que desaparezca, aparecerá Aura.
Comenzando el siguiente apartado, él ve inmediatamente a Aura, quien la espera con un candelabro en la mano, lo cual le causa mucha alegría por ver a esa mujer que le atrajo desde el principio. Felipe se detiene justo antes de tocar la mano de Aura al escuchar los maullidos dolorosos de varios gatos, otro animal muy ligado a las brujas ya que es una representación simbólica del demonio; aquí los gatos aparecen sufriendo, indicio de lo que posteriormente será el sacrificio delos mismo, rito dentro de la hechicería. Al sentir una desconfianza, se detiene nuevamente para cerciorarse que son gatos, lo que Aura le afirma e intenta explicarlo diciendo que hay muchos ratones en la ciudad, para tranquilizarlo.
Concluyendo, el libro “Aura” está en una estrecha relación con el contexto histórico en la cual fue escrita, debido al espacio físico surrealista y también a los sucesos mágicos y místicos que suceden en la casa de Consuelo, lo cual incita a pensar que los hechos no son reales, o que se mezclan con la realidad y en el momento que Felipe entra a la casa este se desliga de la realidad y no está consciente de cuando es un sueño o cuando es la realidad, así también cuando Felipe queda “atrapado” en un callejón sin salida con Aura. Además, este nombre “Aura” posee una onomástica, significando un viento suave y apacible, reflejando lo silenciosa que es ella dentro de la casa; también significa una atmósfera irreal, tal como sucede en la casa de Aura donde se ven elementos no reales, como lo es la hechicería. En nuestro fragmento, se puede apreciar una gran cantidad de aspectos de brujería de parte de Consuelo, como lo son los gatos, los conejos y las ratas, además de la oscuridad constante de la antigua casa.